martes, 5 de julio de 2016

COMUNICACIÓN: La Incomprensión del Hombre y la Mujer Desde la Edad de Piedra.



“Los amigos son generalmente del mismo sexo, porque cuando los hombres y las mujeres se ponen de acuerdo, es sólo en las conclusiones; las razones son diferentes”.
George Santayana. 

En las antiguas aldeas de los primeros humanos, los hombres en grupo salían a cazar mamuts y con lanzas. Las vidas de estos hombres corrían graves riesgos; el mamut podría pisarlos como pisar un bicho. Por ello, los hombres aprendieron a protegerse mutuamente como hermanos. La amistad profunda entre los varones se hizo grande debido a las emociones y la adrenalina compartida. Los hombres aprendieron también a concentrarse en una sola cosa; en este caso, no perder de vista un segundo su objetivo: todos los movimientos del mamut. Asimismo los hombres aprendieron a hablar poco, callar mucho, ya que podían atraer sobre sí a la furia del mamut.

El hombre se hizo más parco al hablar y enfocado en el objetivo. El hombre no tenía tiempo para pensar en seguridad, dado que su en su entorno de vida era inexistente.

Mientras tanto en la aldea, las mujeres tenían que cosechar, zurcir ropa, cocinar, amamantar, arreglar la choza, cuidar a los niños, etc. Se hicieron más multi-habilidosas, es decir, hacer varias cosas a la vez. Compartían amistad con todas las otras mujeres, y se hicieron grandes comunicadoras, porque relativamente corrían menos peligro y tenían mucho tiempo para platicar. La mujer, desde entonces, supera con mucho al hombre en habilidades verbales.  Las mujeres asimismo convivían más con niños, ancianos, haciendo que comprendieran más sus sentimientos. Por esta razón, también tienen más desarrollada la inteligencia emocional que los hombres y saben interpretar mejor lo que sienten.

Sin embargo, cuando regresó el grupo de cazadores muy diezmado, las mujeres se dieron cuenta de que muchas de ellas eran viudas y entraron en una competencia que no hubieran deseado.

Entonces las viudas envidiaron a las que tenían pareja. Y las mujeres se hicieron desconfiadas y territoriales, ya que el hombre era un bien escaso. La mujer, trae en sus genes ese sentido de territorialidad y desconfianza hacia otra mujer. Al día de hoy la principal rival, a veces enemiga de la mujer, son las otras mujeres, no existe el mismo concepto de camaradería como el que hay entre los hombres. Las mujeres conviven superficialmente de buen grado con otras mujeres, pero no profundizan en la amistad debido a la desconfianza ancestral que traen. Por otro lado, la mujer valoró mucho más la seguridad, ya que cuando la comida escaseaba, el hombre que tuviera mujer e hijos les daría prioridad en alimentarlos. Por lo que se hizo aún más importante el tener un hombre propio en casa.

El hombre logró una amistad profundísima con otros hombres, al haber sorteado graves peligros e intensas emociones juntos. El nivel de vínculos entre los hombres que tuvieron compañeros de aventuras a veces es más fuerte que los propios hermanos de sangre.

Cuando regresó el hombre a la aldea, se encontró con el hecho de que "era requerido" por varias mujeres, no importara que estuviera feo. La mujer, por el contrario tuvo que verse forzada a destacarse de otras mujeres, acentuando su belleza entre otras cosas, para poder diferenciarse y hacerse notar.

El hombre sin dejar de amar a su pareja principal, pudo tener romances casuales otras mujeres. Su propia mujer, aunque nunca lo aceptó de buen grado, sabía en el subconsciente que tenía que permitirle esa variedad al hombre, porque si no lo hacía, sería sustituida y abandonada como otra de las muchísimas viudas de la aldea. La mujer ha resentido inconscientemente que el hombre dispusiera de esa libertad natural, o libertinaje.
Las dinámicas sexuales de los roles del hombre y mujer podrían haber sido totalmente distintas, si tan sólo hubiera sido al revés: bastantes más hombres que mujeres en las comunidades.

El hombre se hizo bastante adicto a la adrenalina y las emociones fuertes. Una manera de “mantenerse en forma” emocionalmente hablando y de distraerse cuando no cazaba, era el hecho de que podía, incluso aceptado socialmente, rodearse de un grupo de mujeres. Por otro lado se justificaba así mismo, muy malamente quizá, pensando que si arriesgaba la vida día a día, se merecía el tener satisfacción sexual variada como paga.

El hombre se marcó a sí mismo el objetivo de lograr, a toda costa la caza del mamut. El  no podía permitirse el lujo de llegar a la aldea con las manos vacías, porque su propia familia perecería. La obsesión masculina de tener que cazar o morir en el intento. Al día de hoy, los hombres tienen en los genes de conseguir el sustento sin excusa válida alguna.

Al haber tanta mortandad entre los hombres, trajo como consecuencia que ellos pensaran la manera de ser más eficientes en la caza. Desarrollaron armas más potentes, arcos, flechas, lanzas más resistentes y afiladas. El mero hecho de tener que pensar (e incrementar su inteligencia racional) para lograr tener tecnología más avanzada, hizo que los hombres se encerraran aún más en sus propios pensamientos. Al hacerlo, descuidó a la mujer. Desdeñó las funciones igualmente importantes que ella tenía dentro de la comunidad. El varón no comprendía el sacrificio devastador de las mujeres que recolectaban, buscaban agua, limpiaban y encima cuidaban la crianza; no reconocía el trabajo agotador y tan esencial como el del hombre que llevaba la mujer día a día las 24 horas. Aquí está la mayor incomprensión: creer que la familia va adelante por el esfuerzo del varón cuando en realidad el esfuerzo esencial era de los dos.

La mujer resentía ese aislamiento del hombre, ya que cuando estaba lejos, no lo tenía y cuando estaba con ella, tampoco lo tenía del todo. Asimismo, aunque intuía que los hombres pasaban por trances de vida o muerte, al no vivir ella de manera directa la experiencia, no comprendió totalmente el sacrificio de los hombres. La vida de ellas era mucho más extrovertida y volcada hacia la socialización.

Después de que el hombre logra el dominio tecnológico de las armas, consigue con ello matar a los animales, minimizando considerablemente el riesgo, se dio a la tarea de guerrear, para conseguir más fácilmente, a través de sus armas superiores, los satisfactores y la adrenalina que tanto buscaba. El caso es que siempre regresó el grupo diezmado de hombres a su aldea o poblado, y por lo tanto siempre hubo un gran desbalance de muchos menos hombres que mujeres. Y la dinámica de roles se profundizó.
Los hombres no se permitieron a sí mismos quejarse, ya que nada lograban con ello. En las precarias condiciones en que cazaban, el quejarse sólo hacía más difícil la situación. Así que los hombres no comprendían que las mujeres llegaran a quejarse y reclamarles más atención de su parte, pues, según la óptica masculina, estaban entregando su vida entera; llegaban exhaustos de la caza del mamut y querían sólo tener algo de paz para reponerse. Lo último que necesitaban era una mujer quejosa en casa.

En el diario acontecer de los días de las mujeres, ellas tenían una vida llena de actividades, pero sin tanto estrés o adrenalina. Ellas, al estar ocupadas por así decirlo al tener un día muy similar a otro día, empezaron a valorar más que nunca actividades como bailes, cantos, etc, que las sacaban de la rutina. El hombre por su parte, aunque también disfrutaba esas actividades, no las podía comparar con el nivel de aventuras y excitación que encontraba fuera de la aldea.

Desde entonces se ha dado malos entendidos muy profundos en las relaciones de comunicación hombre-mujer, y ambos tienen razón a su modo, ya que han vivido en el mismo planeta, pero en mundos totalmente diferentes. Lo curioso es que en nuestro sistema educativo no hacen nada por tratar de mejorar las comunicaciones hombre – mujer. Suavizar las diferencias y hacernos entender entre dos mundos que han estado alejados entre sí. Y luego nos alarmamos de la cantidad enorme de divorcios y malos entendidos.
Ahora, por supuesto, los roles se han complicado aún más, puesto que la mujer sale a “cazar”, puede tener varias parejas, o el hombre inclusive quedarse en casa, pero las diferencias subconscientes son abismales, y muchas veces no sabemos de donde provienen o por qué.

Si tan sólo hubiera alguna materia en las escuelas que hablara de las diferencias psicológicas, lingüísticas, entre los hombres y mujeres, tendríamos un mejor nivel de tolerancia y comprensión entre los géneros. Sin embargo, todavía hoy en día, en pleno siglo XXI, es muy común la escuela sólo para niños o para niñas. O bien, en escuelas mixtas sientan a los niños de un lado y a las niñas de otro, no dándose cuenta, que de manera subconsciente profundizamos la mala comunicación entre los géneros hombre y mujer en este mundo.

Derechos reservados, Ing. Gerardo Herrero Morales, 2016.

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