martes, 30 de agosto de 2016

EMPRESA: Célula Económica de la Sociedad


EMPRESA: Célula Económica de la Sociedad

Mucho se ha reiterado: la familia es la base de la sociedad. Así nos lo enseñaron y estamos de acuerdo.

Lo que no nos enseñaron, es que la empresa es la base económica de la sociedad y por lo tanto, todo lo que atente contra la empresa, atenta contra la sociedad misma. Si torpedeamos la familia, torpedeamos a la sociedad entera. Si torpedeamos a la empresa, torpedeamos a la sociedad entera. Así de fácil.

Alrededor del mundo 25,000 personas mueren de hambre al día ¿Queremos exterminar el hambre  de la faz de la tierra? No va a ser con conciertos de “Live Aid” como lo logremos (aunque aportan un grano de arena de conciencia). Va a ser generando empleos. Para generarlos necesitamos generar empresas. Sólo creando empresas será como el ser humano saldrá de la miseria.

TODOS COMEMOS DE LAS EMPRESAS
Todos, todos, sin excepción alguna, comemos de las empresas: los trabajadores, administradores, de cuello blanco u obreros de cuello azul, perciben un sueldo de ellas, los vendedores perciben comisiones, los accionistas  dividendos, los burócratas impuestos de ellas, los religiosos captan a su vez limosnas de la gente que trabaja en empresas.

Una empresa puede ser saqueada por los propios dueños o socios (de ahí el dicho de “empresa pobre, empresario rico”), por sindicatos corruptos que la extorsionan, por los políticos que la sobrecargan de impuestos impagables, por el robo de los mismos empleados, por un cliente que no paga un pedido, etc. El caso es que al final, cuando muere una empresa pierden todos: empresarios, sindicatos, gobernantes, empleados y sociedad entera.

Los japoneses usan la analogía de un árbol para explicar lo que es una empresa, al cual hay que regar, fertilizar y vigilar su sano desarrollo. El árbol nos da su sombra, sus frutos. De esos frutos comen todos, por lo es absolutamente mandatorio cuidar el árbol por todos, gobierno, empleados, empresarios y sociedad.  

LAS EMPRESAS EN MÉXICO
En México desde principios del siglo XX y especialmente en la etapa de los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo se satanizó al empresario, como un ser despiadado, poco menos que un esclavista negrero. Muy curioso fue que nuestro sector empresarial se dejara acobardar y permitiera asesinatos, abusos, expropiaciones. Lo que es peor, que se pisoteara su imagen por parte de los gobernantes.

Pasaron años de ignominia, de humillaciones. En el subconsciente colectivo se percibe aún al empresario como “el malo”,  la ley federal de trabajo considera al empleado como una “víctima” a la cual hay que “proteger”: se diseñó una ley paternalista, que se sale del contexto mundial de competitividad y que lo único que ha logrado es que haya menos empresarios mexicanos y extranjeros quieran invertir en México. Esa ley, paradójicamente, es la que más perjudica a los empleados y una de las mayores causas de desempleo. El trabajador está, tan, pero tan protegido legalmente, que muy pocos empresarios se atreven a contratar trabajadores de planta, creándose empresas de subcontratación de personal, llamadas “outsourcing” para darle la vuelta a tantas exigencias del gobierno.

Los salarios no suben por decreto gubernamental o por buenas intenciones, sino por la simple ley de la oferta y la demanda. Un trabajador en Estados Unidos está legalmente muchísimo menos “protegido” que en México, sin embargo, los trabajadores mexicanos son los que emigran a Estados Unidos y no los trabajadores estadounidenses a México. En la práctica, las leyes excesivamente protectoras del trabajador son el peor enemigo del empleado. Al haber menos leyes “protectoras” del trabajador en Estados Unidos, más empresas se instalan en ese país.

EL EMPRESARIO MALÉVOLO
Por otra parte decíamos que un empresario es mal visto ¿Hay explotadores estilo el personaje de Charles Dickens, Ebenezer Scrooge? Sí claro. Así como hay malos doctores, contadores, abogados, ingenieros, músicos, etc. También hay empresarios nobles, altruistas y de gran calidad humana. Sin embargo, sigue siendo cierto que la única manera de aumentar los sueldos de los trabajadores es creando más empresas, que absorban cada vez más empleados y hagan que esos empleos coticen más alto. Si hubiera más competencia por conseguir empleados, los empresarios, aún los explotadores, estarían forzados a mejorar las condiciones de trabajo y los salarios.

Claro que hay barones del poder, empresarios mafiosos, explotadores, grupos empresariales no-éticos, monopolios y oligopolios. Se necesita abrirlos a la competencia para que existan muchos más competidores, y al haberlos, se mejoren las condiciones laborales de los empleados. Hay que regular la competencia en casos de que haya mafias empresariales que fijen de precios de manera oligopólica a los consumidores. Esto es particularmente importante en el caso de hospitales y universidades privadas, que se ponen de acuerdo entre sí para elevar artificialmente los precios hasta niveles ridículos.

La ley que debería de haber, es la que impidiera postularse un candidato a un puesto de elección popular si no ha creado empleos para sus semejantes. Es mucho más difícil crear un puesto de trabajo que absorberlo. Es una experiencia que deberían de haber tenido obligatoriamente todos los gobernantes para que vean lo que se siente y lo difícil que es crearlos y mantenerlos. En México hemos tenido gobernadores, diputados y senadores pasando desde cabareteras hasta narcotraficantes, pero muy pocos empresarios, quienes tienen por lógica más visión para sacar al país adelante, ya que muchos lo lograron en su pequeño cosmos, que fue su empresa propia.

MAQUILADORAS, INICIO DE LOS TIGRES
Otro punto son las empresas llamadas “maquiladoras” como fuente de explotación por los bajos sueldos que pagan. Muchas operan en situaciones de esclavismo y condiciones insalubres, por lo que habría que regularlas en esos sentidos. Han habido “intelectuales” que han sugerido que se eliminaran esas empresas, a lo cual habría que preguntarles a ellos ¿quién va a dar empleos a esas gentes y sustento a millones de familias? No van a ser los intelectuales fumando pipa en la comodidad de sus casas precisamente.

Casi todos los países en Asia se han desarrollado empezando con maquiladoras para después despegar económicamente (siempre y cuando los gobiernos administren bien los impuestos a favor de la sociedad, no de sus bolsillos y los mantengan bajos para promover la instalación de nuevas empresas no maquiladoras). Cuando una maquiladora se instala una comunidad empieza a florecer, dado que se construirá infraestructura, los empleados que aprenden administración y tecnología pueden después independizarse y abrir ellos mismos sus propias empresas. Las maquiladoras no pagan adecuadamente, es muy cierto, pero es un primer paso para generar economía productiva, como lo demostraron todos los “Tigres Asiáticos”.

México, Latinoamérica y el planeta tierra entro necesitan urgentemente empresas que alivien la pobreza. La única medicina para el tercermundismo y la miseria es la creación de árboles de frutos económicos. Pero, increíblemente, la sociedad en su conjunto no tiene este paradigma y por lo tanto no reaccionamos con la velocidad que requerimos para sacar de la pobreza a más personas. Los políticos no tienen el concepto de la empresa como célula del tejido económico. En México la mayoría pertenecen a un sector parasitario, es decir, agregan costo, pero no valor. Luchan para más “conquistas laborales”, pero no luchan por mayor creación de empresas.

CREACIÓN DE EMPRESAS EN NUESTRO SISTEMA EDUCATIVO
Nuestro sistema educativo, desde la primaria a posgrados no está diseñado a apoyar la creación y sostenimiento de empresas. Los profesores en su vida laboral en su enorme mayoría, al 98-99% sólo han absorbido empleos, no los han creado. Por lo cual no parecen estar muy cualificados para hablar o enseñar del tema.

Los empresarios no son necesariamente la gente mejor o más espiritual, más dotada o más inteligente que los no-empresarios. Pueden serlo o no. Lo que sí, son tomadores de grandes riesgos, gentes amantes de la acción que hacen que las cosas sucedan, se atreven a intentar, y en ese sentido deben de tener reconocimiento.  

No todos los niños querrían ser empresarios, por supuesto. Ya que el oficio de ser empresario conlleva una enorme presión y responsabilidad. Más alta de lo que alguien que no haya tenido esa experiencia en carne propia, se pueda imaginar. Un empresario arriesga su patrimonio, su tiempo, su estilo de vida como la llevaba, la mayoría de veces, pierde y pierde en grande. Muchas veces el empresario arriesga aún la vida misma, es sujeto de robos y asaltos. Ahora mismo México se ha convertido en un paraíso de los secuestros y los empresarios como objetivos preferidos.

Habrá niños que quieran, por su carácter natural, tener menos presión, o que no se les dé el don de mando, algunos pueden tener un idea de tomar riesgos menores, eso está bien y así debe de ser; es la personalidad natural de mucha gente. Lo que no está bien, es que no les mostremos cómo crear empresas, que no les demos un menú donde ellos puedan elegir el ser empresarios, profesionistas individuales o empleados, con los pros y contras que tiene cada diferente camino. Es terrible es que a nuestros niños les sea ajeno el tema de creación de empresas. El equivalente sería que a los niños de la era agraria no les hubieran enseñado a cosechar y a los niños de la edad de piedra a cazar.

En nuestro sistema educativo debería ser básica la materia de creación de empresas para que los alumnos se puedan defender de la vida y tengan los elementos necesarios para hacer crecer el bienestar de la sociedad. Si no es así, ¿para qué sirve entonces la educación? Como segundo objetivo, el promover cultura general a los estudiantes. Si sólo se enfoca actualmente en dar cultura general, no se justifica lo que están invirtiendo los padres en dinero y los niños en su tiempo. Ese hecho de no crear la materia de emprendimiento nos retrasa enormemente como sociedad.

LOS ESFUERZOS DE UN EMPRESARIO
El sentido del tiempo es diferente para un verdadero empresario: siempre tiene el sentido de urgencia prendido a tope, no conoce muchas veces el día festivo, ya que por un lado  disfruta lo que hace, ya que considera que se está divirtiendo en lo que le gusta. Pero por otro, siente la enorme presión de mantener a su propia familia y las familias de los trabajadores. Depende sólo de sus propias fuerzas.

Nosotros vemos cómo los empresarios ponen 12, 14, o más horas diarias al su esfuerzo de lunes a domingo en sacar adelante su proyecto, que, por otra parte, no tiene ninguna garantía de éxito. Es un trapecista que no tiene una red de seguridad debajo por si cae. Sólo 3 de cada 100 empresas, a nivel mundial, sobrevivirán 10 años después de su creación. Es un riesgo demasiado fuerte para muchos.

Los empresarios son líderes por excelencia, tomadores de riesgos. Empresarios fueron exploradores como Cristóbal Colón, comerciantes como Marco Polo, inventores como Thomas Alva Edison quien le heredó la luz eléctrica a la humanidad, quien comercializó más de 1,200 patentes en los Estados Unidos. Gente totalmente creativa.

En resumen, una empresa es la célula del tejido económico, un árbol de frutos. Todos, sin excepción alguna, comemos de las empresas. Tener más empresas es la única manera de salir de la pobreza. En las escuelas debería ser mandatorio enseñar emprendimiento desde el primer nivel.


No hay que satanizar a los empresarios. La gran mayoría no son barones de poder que administran monopolios u oligopolios, sino pequeños productores o distribuidores que arriesgan todo su patrimonio por sacar adelante a sus familias. Muchas veces arriesgan la vida. Un buen empresario es lo opuesto a un ladrón: el empresario gana por generar valor a la sociedad que sirve; el ladrón gana por quitar valor a la sociedad que perjudica.

Derechos Reservados, Ing. Gerardo Herrero Morales, 2016.

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martes, 23 de agosto de 2016

REFLEXIÓN: "Gracias a Dios No Nací Rico".

Cuando trabajaba como ingeniero de tecnología en Monterrey, me tocó ir de viaje a la Ciudad de México con la gerente general de otra empresa del grupo y ella comentaba “que le daba gracias a Dios por no haber nacido en una familia rica”. Explicó que es un reto de la vida el ganarse por uno mismo, con sus propios medios, bienes materiales, reconocimiento, hacerse independiente y enseñarse a caminar por su cuenta.

Cuando uno nace rico y le dan todo, la vida no tiene el mismo chiste o motivación; nos volvemos insensibles. Por ese motivo muchos padres ricos no les dan a sus hijos la vida económica resuelta. Lo que nos dan gratis no tiene sabor, no se valora.

Un compañero de universidad era el hijo del director general de Hylsa (una empresa metálica muy grande), llegaba en un auto viejo volkswagen sedán comprado por él mismo, porque su papá lo traía a raya y no le daba ni un peso. A otro compañero, hijo del dueño de una fábrica de aparatos de aire lavado en Torreón,  el papá le dijo que tenía que trabajar por su cuenta 10 años antes de meterlo a su empresa. Sería incorporado en el último puesto que hubiera alcanzado el muchacho por su cuenta. Esos papás ricos sabían que los éxitos ajenos no saben a nada y nos dejan vacíos. Sólo los que ganamos por nosotros mismos lo atesoramos de verdad.

Haz un ejercicio: Cierra los ojos e imagina por un instante que llega un genio de una lámpara y que te dice que puedes tener todo el dinero del mundo que quieras, pero que a cambio, nunca podrás trabajar en tu vida; ni un solo día. ¿Le aceptarías el trato?, piénsalo bien.

El ser humano tiene una necesidad básica: el de sentirse capaz por sí mismo. Cuando no la cumple viene un vacío enorme en su autoestima.

La vida ha sido diseñada para que gocemos más lo que nos hemos ganado por nosotros mismos, Nuestro sentido de autoestima se dispara con cada logro. No le prives a tus hijos de ese placer. La señal de no ayudarlos económicamente se las debes de dar desde que el niño tiene conciencia. Al mismo tiempo le envías la señal que le darás el apoyo que quiera para que logre su independencia, “enseñándolo a pescar”.

Derechos Reservados, Ing. Gerardo Herrero Morales, 2016.

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martes, 16 de agosto de 2016



SERVICIO: ¿Existe una Diferencia Entre el Cliente Interno y el Externo?

Hay veces que tenemos confusión, si existen diferencias entre lo que llamamos un cliente externo y otro interno. Claro puede haber diferencias cosméticas, como que mi cliente externo usa traje y mi cliente interno no. Pero, en esencia ¿existen una diferencia en esencia? Veamos las cosas más a detalle: 
Un cliente externo espera de nosotros un producto (o servicio), en un tiempo determinado, en una calidad dentro de especificaciones, en la cantidad acordada y entregado una forma amable por el proveedor externo. A cambio de esto, el cliente externo está dispuesto a pagar el monto de dinero por dicho producto (o servicio). 
De ésta manera, cuando el proveedor externo,  entrega el producto (o servicio), el cliente externo lo inspecciona y evalúa. Si todo está bien, emite un recibo, mismo que llega al departamento de contabilidad del cliente externo, y se emite un pago al proveedor externo.
Si el cliente externo está satisfecho, puede volver a comprarle al proveedor externo, (en tanto no llegue otra empresa con una relación mayor de valor/costo) e inclusive recomendarlo para que tenga más participación de mercado dentro de las compras del cliente externo. 
Pongamos ahora de ejemplo a un operario (proveedor interno), el cual entrega su producción del turno a su supervisor (cliente interno). El supervisor mide el tiempo  que esté dentro del plazo acordado, checa la cantidad producida, cuenta que sea la que pidió, revisa la calidad y toma nota que se haya hecho con amabilidad. 
Si todo está bien, el supervisor, el cliente interno, pasa un reporte de conformidad, mismo que va a servir al departamento de nómina para que se le pague al operario. Si el supervisor llega a estar muy satisfecho, lo hace saber para que el operario, el proveedor interno, sea promovido a puestos de mayor responsabilidad.
Si en lugar de escoger como ejemplo a un supervisor de producción, hubiéramos escogido a un supervisor de contabilidad (cliente interno), éste evaluará de la misma manera a la persona encargada de facturación (proveedor interno). Es decir, el supervisor de contabilidad sigue los mismos pasos que el supervisor de producción.
Como vemos, y para contestar la pregunta planteada en el encabezado, los parámetros de medición, con que nos miden los clientes internos y los clientes externos, son iguales. Los pasos son exactamente los mismos.
Por lo que las reflexiones principales que debemos tomar son 2:
1)    Ya sea que trabajemos atendiendo sólo a clientes internos, debemos tener presente que cualquier falla que tengamos en los 4 parámetros clave: tiempo, cantidad, calidad y amabilidad, afectarán los procesos de servicio o los procesos de productos con los que nuestra empresa atiende a los clientes externos. No hay ninguna diferencia en la evaluación, sin importar que trabajemos en áreas administrativas, de recursos humanos, contables, productivas, comerciales, o cualquier otra índole. 
2)    Nunca debemos confiarnos, en que hemos estado haciendo bien las cosas hasta ahora ya que “ventas pasadas, no implican ventas futuras”. Por ejemplo, supongamos que el operario, el proveedor interno, lleva 20 años elaborando piezas de calidad. Pero en un descuido, el día de hoy, echa a perder la producción. Puede ser despedido por el supervisor, el cliente interno. Y ya no habrán ventas futuras. 
Lo cual implica que el día de hoy debemos hacer las cosas bien para que se nos pague nuestra productividad del día de hoy. Y mañana debemos hacer las cosas bien, o mejor aún que el día de hoy, para mantener nuestra competitividad. Ya que siempre, tanto los clientes internos como los clientes externos, estarán demandando una mejora continua.
Derechos Reservados, Ing. Gerardo Herrero Morales, 2016
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martes, 9 de agosto de 2016


RECLUTAMIENTO: Las Empresas son de Marte, las Universidades son de Venus.

Todos hemos pasado el llamado “shock de primer año”, cuando salimos de la universidad  recién graduados y entramos a una empresa. Es un sentimiento de indefensión, muchas veces de angustia, de no comprender qué es lo que pasa al entrar a una empresa, si se supone que la universidad dice que nos “comeríamos el mundo” y que nos ha preparado para tal evento. No nos hemos puesto a pensar el por qué, en vez de tener una transición natural y suave, sufrimos enormemente para hacer ajustes y adaptarnos al nuevo entorno. Es que en realidad, estamos hablando de dos sistemas, dos planetas muy diferentes. Sin querer agotar ejemplos, veamos el por qué:

1)    En la universidad te premian con “mención honorífica” si te sacas, digamos 95/100 en promedio. El pase de aceptación, llamado “panzazo” es de 70/100. En las empresas se trabaja con 100/100 en muchos casos. Por ejemplo, en la industria de la aviación. No se pueden tener 30 accidentes de cada 100 vuelos y decir que es aceptable. En otras industrias el pase es de 99.999999/100. Por ejemplo en la industria farmacéutica. No se pueden tener 5 medicinas defectuosas, que dañen la salud humana, en un lote de 100 que se fabrican y esperar que la sociedad nos de premios honoríficos. En las empresas, un humilde almacenista tiene que contar con exactitud al  99/100 sus registros de inventario entre lo físico y lo que dice el sistema, para estar en el panzazo. Una secretaria no se puede sacar 70/100, ni siquiera 95/100 en su ortografía sin ser despedida. Ella tiene que trabajar al 99/100 como “panzazo”.  El gerente de cobranza no puede tener 95/100 en la recuperación de la cartera con los clientes y esperar un premio, sino una llamada de atención o despido. Los parámetros con que se miden la mediocridad/excelencia son mucho más estrictos en el mundo real, en las empresas que en las universidades. Los paradigmas universitarios, de manera subliminal, llevan hacia la mediocridad.

2)    En las universidades no se administraban recursos. Ni maquinaria y equipo, recursos humanos, dinero. Se veían materias teóricas y quizá algunos laboratorios, pero no tuvimos que enfrentar proyectos con dinero real, o el tener subordinados o muchos jefes simultáneos. En las empresas se nos valúa ventas por semana, embarques por mes,  productividad por metro cuadrado, por operario, por menor desperdicio de materias primas. De ahí que exista la tensión natural de un egresado a un mundo donde la boleta de calificaciones no tiene ninguna relevancia desde el primer día de ingreso.

3)    En las universidades no nos enseñaron a tomar decisiones y ver los resultados inmediatos o a mediano plazo. En las empresas tenemos que tomarlas todos los días y ser evaluados por resultados de las mismas. En la universidad nuestra evaluación era un examen de conocimientos, en las empresas nuestra evaluación es por cumplimiento de objetivos y en donde los resultados buenos de hoy son malos el día de mañana.

4)    En la universidad, de alguna manera, nos encaminaba sutilmente a ser antisociales. Podíamos sacarnos 10, estudiar individualmente y desentendernos totalmente de cómo les fue al resto del grupo. En las empresas debemos socializar y ver por los resultados, no solo propios, sino del equipo de trabajo y de la empresa misma. Tenemos por fuerza que tener buenas relaciones con los compañeros de trabajo, clientes, proveedores internos y externos.

5)    En la universidad no importaba que no tuviéramos actitud de servicio; siempre y cuando entregáramos los trabajos y pasáramos los exámenes, todo estaría bien. Podíamos pasar aislados todo el semestre en un cubículo, o una biblioteca y ser exitosos en ese sistema. En la empresa se evalúan los modales, el estar presente todo el tiempo, el contar con disposición de ayuda a todo aquel que lo necesitara, nos lo pida o no, es decir, se castiga desde la suciedad del área de trabajo y la indiferencia hacia los compañeros.

6)    En la universidad no nos jugábamos la existencia misma. Había muchas oportunidades de fallar, hacer extraordinarios y seguir adelante. En las empresas raramente hay “extraordinarios”: una falla, en un embarque, en un error en la producción, una orden de compra con material erróneo, en una expo fallida, en una negociación mal llevada con un cliente, puede significar la quiebra.

7)    Las competencias requeridas en las empresas, liderazgo, toma de decisiones, negociación, inteligencia emocional, comunicación asertiva, aspectos fiscales, manejo de personal, el trabajar por resultados, no se enseñaron, ni siquiera se estudiaron, menos se pusieron en práctica.

8)    En una academia naval de alto rendimiento, los reclutas pasan, no sólo muchas horas estudiando y atendiendo a clases, sino innumerables horas practicando con armas su puntería, muchas horas en inmersión de submarinos reales, acumulando horas de vuelo piloteando aviones. La transición de un graduado naval al mundo real es suave. Está preparado en el ambiente, en los sistemas, académica, física, emocional y espiritualmente. En contrapartida, los graduados universitarios no han experimentado nunca la guerra comercial,  que tienen las empresas con sus competidores, que no está hecha a base de bombas, sino a campañas publicitarias. Las bajas se dan, tanto en las guerras militares como en las comerciales. Los graduados de repente no saben por qué a las salas de junta en las empresas se les denomina salas de guerra, y existe un sentido de urgencia perene, a veces algo neurótico en todos los niveles. Los graduados universitarios no fueron preparados en los sistemas de las empresas (ERPs, SAP, CRMs, MS Project son algunos).

Marte es el planeta de la guerra, y las empresas están inmersas en ese ambiente. Aunque a veces cuando entramos a alguna de ellas,  sintamos todo aparentemente armónico y tranquilo, la sensación de competencia diaria de crecer o morir es patente: en las juntas de trabajo con personal multidisciplinario y lleno de cicatrices por las “batallas”. Basta uno o dos meses malos en una empresa para que se respire en el aire.  A nivel mundial se estima que sólo 3 empresas de cada 100 que se abren hoy, no existirán 10 años después.

La presión de estado de guerra es algo que a los graduados universitarios no se les dio la oportunidad de experimentar, para que se sobrepusieran llegado el momento. Las universidades no se preocuparon siquiera por simular esas condiciones, y que la transición fuera suave. Los profesores universitarios raramente han salido de sus cubículos. En cambio, los profesores militares  son veteranos de guerras reales en todo tipo de condiciones, subiendo escalón por escalón desde soldados rasos, hasta profesores, que es el mayor honor de una academia militar.

Por estas razones –y otras más en las que podríamos abundar- las empresas sufren mucho en sus procesos de reclutamiento. Y pueden contratar a egresados con “mención honorífica”, pero totalmente antisociales, tímidos para la toma de decisiones, sin capacidad de liderazgo, cayendo en extremos de pasividad o agresividad (síntoma inequívoco de inseguridad), sin empuje para mover personas. Esto a pesar de que las universidades tuvieron durante 4 o 5 años a su disposición la mejor gente que una sociedad pudo mandar.

No esperemos que las universidades cambien, a pesar de que anuncian que sus egresados son líderes. No pueden serlo, al menos no como recién egresados, porque el sistema universitario –planeta- donde provienen, les enseñaron en un ambiente más bien pasivo, solamente a tomar notas, estudiar (lo que es bueno, pero insuficiente), pasar exámenes sobre esos estudios. No les enseñaron a ensuciarse las manos, a crear proyectos nuevos, a tomar riesgos medidos, a tomar decisiones, a administrar recursos reales.

Lo único que puede hacer la empresa es reclutar más por actitud, y reforzar sus sistemas internos de capacitación, definida ésta como la actividad “puente” entre dos planetas muy distintos. Que la empresa trate, si puede, con su propia capacitación y en tiempo récord (ya que no dispone del lujo de 4 años) de cerrar los espacios del perfil que recibe, un estudiante que aprobó exámenes teóricos de materias muchas veces irrelevantes, y lo que necesita: un colaborador con resiliencia que entregue resultados tangibles en el cumplimiento de objetivos reales.

Derechos Reservados, Ing. Gerardo Herrero Morales, 2016.