RECLUTAMIENTO:
Las Empresas son de Marte, las Universidades son de Venus.
Todos hemos
pasado el llamado “shock de primer año”, cuando salimos de la universidad recién graduados y entramos a una empresa. Es
un sentimiento de indefensión, muchas veces de angustia, de no comprender qué
es lo que pasa al entrar a una empresa, si se supone que la universidad dice
que nos “comeríamos el mundo” y que nos ha preparado para tal evento. No nos
hemos puesto a pensar el por qué, en vez de tener una transición natural y
suave, sufrimos enormemente para hacer ajustes y adaptarnos al nuevo entorno.
Es que en realidad, estamos hablando de dos sistemas, dos planetas muy diferentes.
Sin querer agotar ejemplos, veamos el por qué:
1) En la universidad te premian con “mención
honorífica” si te sacas, digamos 95/100 en promedio. El pase de aceptación,
llamado “panzazo” es de 70/100. En las empresas se trabaja con 100/100 en
muchos casos. Por ejemplo, en la industria de la aviación. No se pueden tener
30 accidentes de cada 100 vuelos y decir que es aceptable. En otras industrias
el pase es de 99.999999/100. Por ejemplo en la industria farmacéutica. No se
pueden tener 5 medicinas defectuosas, que dañen la salud humana, en un lote de
100 que se fabrican y esperar que la sociedad nos de premios honoríficos. En
las empresas, un humilde almacenista tiene que contar con exactitud al 99/100 sus registros de inventario entre lo
físico y lo que dice el sistema, para estar en el panzazo. Una secretaria no se
puede sacar 70/100, ni siquiera 95/100 en su ortografía sin ser despedida. Ella
tiene que trabajar al 99/100 como “panzazo”.
El gerente de cobranza no puede tener 95/100 en la recuperación de la
cartera con los clientes y esperar un premio, sino una llamada de atención o
despido. Los parámetros con que se miden la mediocridad/excelencia son mucho
más estrictos en el mundo real, en las empresas que en las universidades. Los
paradigmas universitarios, de manera subliminal, llevan hacia la mediocridad.
2) En las universidades no se
administraban recursos. Ni maquinaria y equipo, recursos humanos, dinero. Se
veían materias teóricas y quizá algunos laboratorios, pero no tuvimos que
enfrentar proyectos con dinero real, o el tener subordinados o muchos jefes
simultáneos. En las empresas se nos valúa ventas por semana, embarques por mes,
productividad por metro cuadrado, por
operario, por menor desperdicio de materias primas. De ahí que exista la
tensión natural de un egresado a un mundo donde la boleta de calificaciones no
tiene ninguna relevancia desde el primer día de ingreso.
3) En las universidades no nos enseñaron
a tomar decisiones y ver los resultados inmediatos o a mediano plazo. En las
empresas tenemos que tomarlas todos los días y ser evaluados por resultados de
las mismas. En la universidad nuestra evaluación era un examen de
conocimientos, en las empresas nuestra evaluación es por cumplimiento de
objetivos y en donde los resultados buenos de hoy son malos el día de mañana.
4) En la universidad, de alguna manera, nos
encaminaba sutilmente a ser antisociales. Podíamos sacarnos 10, estudiar
individualmente y desentendernos totalmente de cómo les fue al resto del grupo.
En las empresas debemos socializar y ver por los resultados, no solo propios,
sino del equipo de trabajo y de la empresa misma. Tenemos por fuerza que tener
buenas relaciones con los compañeros de trabajo, clientes, proveedores internos
y externos.
5) En la universidad no importaba que no
tuviéramos actitud de servicio; siempre y cuando entregáramos los trabajos y
pasáramos los exámenes, todo estaría bien. Podíamos pasar aislados todo el
semestre en un cubículo, o una biblioteca y ser exitosos en ese sistema. En la
empresa se evalúan los modales, el estar presente todo el tiempo, el contar con
disposición de ayuda a todo aquel que lo necesitara, nos lo pida o no, es
decir, se castiga desde la suciedad del área de trabajo y la indiferencia hacia
los compañeros.
6) En la universidad no nos jugábamos la
existencia misma. Había muchas oportunidades de fallar, hacer extraordinarios y
seguir adelante. En las empresas raramente hay “extraordinarios”: una falla, en
un embarque, en un error en la producción, una orden de compra con material
erróneo, en una expo fallida, en una negociación mal llevada con un cliente, puede
significar la quiebra.
7) Las competencias requeridas en las
empresas, liderazgo, toma de decisiones, negociación, inteligencia emocional,
comunicación asertiva, aspectos fiscales, manejo de personal, el trabajar por
resultados, no se enseñaron, ni siquiera se estudiaron, menos se pusieron en
práctica.
8) En una academia naval de alto
rendimiento, los reclutas pasan, no sólo muchas horas estudiando y atendiendo a
clases, sino innumerables horas practicando con armas su puntería, muchas horas
en inmersión de submarinos reales, acumulando horas de vuelo piloteando aviones.
La transición de un graduado naval al mundo real es suave. Está preparado en el
ambiente, en los sistemas, académica, física, emocional y espiritualmente. En
contrapartida, los graduados universitarios no han experimentado nunca la
guerra comercial, que tienen las
empresas con sus competidores, que no está hecha a base de bombas, sino a
campañas publicitarias. Las bajas se dan, tanto en las guerras militares como
en las comerciales. Los graduados de repente no saben por qué a las salas de
junta en las empresas se les denomina salas de guerra, y existe un sentido de
urgencia perene, a veces algo neurótico en todos los niveles. Los graduados
universitarios no fueron preparados en los sistemas de las empresas (ERPs, SAP,
CRMs, MS Project son algunos).
Marte es el
planeta de la guerra, y las empresas están inmersas en ese ambiente. Aunque a
veces cuando entramos a alguna de ellas, sintamos todo aparentemente armónico y
tranquilo, la sensación de competencia diaria de crecer o morir es patente: en
las juntas de trabajo con personal multidisciplinario y lleno de cicatrices por
las “batallas”. Basta uno o dos meses malos en una empresa para que se respire
en el aire. A nivel mundial se estima
que sólo 3 empresas de cada 100 que se abren hoy, no existirán 10 años después.
La presión
de estado de guerra es algo que a los graduados universitarios no se les dio la
oportunidad de experimentar, para que se sobrepusieran llegado el momento. Las
universidades no se preocuparon siquiera por simular esas condiciones, y que la
transición fuera suave. Los profesores universitarios raramente han salido de
sus cubículos. En cambio, los profesores militares son veteranos de guerras reales en todo tipo
de condiciones, subiendo escalón por escalón desde soldados rasos, hasta profesores,
que es el mayor honor de una academia militar.
Por estas
razones –y otras más en las que podríamos abundar- las empresas sufren mucho en
sus procesos de reclutamiento. Y pueden contratar a egresados con “mención
honorífica”, pero totalmente antisociales, tímidos para la toma de decisiones,
sin capacidad de liderazgo, cayendo en extremos de pasividad o agresividad
(síntoma inequívoco de inseguridad), sin empuje para mover personas. Esto a
pesar de que las universidades tuvieron durante 4 o 5 años a su disposición la
mejor gente que una sociedad pudo mandar.
No esperemos
que las universidades cambien, a pesar de que anuncian que sus egresados son
líderes. No pueden serlo, al menos no como recién egresados, porque el sistema universitario
–planeta- donde provienen, les enseñaron en un ambiente más bien pasivo, solamente
a tomar notas, estudiar (lo que es bueno, pero insuficiente), pasar exámenes sobre
esos estudios. No les enseñaron a ensuciarse las manos, a crear proyectos
nuevos, a tomar riesgos medidos, a tomar decisiones, a administrar recursos
reales.
Lo único que
puede hacer la empresa es reclutar más por actitud, y reforzar sus sistemas internos
de capacitación, definida ésta como la actividad “puente” entre dos planetas muy
distintos. Que la empresa trate, si puede, con su propia capacitación y en
tiempo récord (ya que no dispone del lujo de 4 años) de cerrar los espacios del
perfil que recibe, un estudiante que aprobó exámenes teóricos de materias
muchas veces irrelevantes, y lo que necesita: un colaborador con resiliencia que entregue resultados tangibles en el cumplimiento de objetivos reales.
Derechos
Reservados, Ing. Gerardo Herrero Morales, 2016.
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