Érase una Casa
Grande.
Ella estudió
licenciatura en Relaciones Internacionales, por su parte él estudió para odontólogo.
Se casaron muy enamorados en 1989. A él
le gusta mucho construir, de hecho también le gustaba la carrera de
arquitectura. Lograron conseguir un préstamo bancario y desde esa fecha y con
grandes esfuerzos hacen altos pagos mensuales de la hipoteca.
Él tenía el sueño de hacer una casa grande en un
fraccionamiento exclusivo de la Ciudad de México y consiguió un terreno con una
vista hermosa. La casa tiene cuartos y espacios muy amplios. Actualmente está
valuada en $500,000 dólares y está pagada en un 75%, es decir, se ha llevado
quizá ahorros equivalentes a más de $350,000 dólares de ambos.
El esposo trabaja prácticamente esclavizado de 6am
(por el tráfico de la ciudad) hasta las 8 o 9 pm. Ella trabaja medio tiempo en
un despacho de consultores.
El tiempo invertido por el esposo en el trabajo hace
que se enajene tremendamente. Cuando llega a su casa sólo piensa en comer algo
ligero y ponerse a dormir porque mañana le espera un día idéntico al que acaba
de vivir. Hace tiempo que no disfruta de la vida, su carácter se ha agriado. La
rutina parece ser el mayor enemigo de la raza humana.
Tienen 3 hijas, la mayor de 16 y la menor de 12.
Cuando ella llega a su casa, trata de convivir con sus hijas, pero es poco,
porque las muchachitas quieren pasar más tiempo con sus amigas. La mamá parece
chofer llevando y trayendo a las hijas.
La mayor parte de la tarde ella se encuentra sola en
un gigantesco cascarón vacío, su esposo no está, las hijas tampoco, y se da
cuenta que ha sido un grave error el haber querido construir una casa tan
grande. La zona tan cara en que viven les es ajena, ya que ambos provienen de
clases medias y no conocen ni a los vecinos, sino los enormes portones anónimos
de las casas aledañas.
Con el paso del tiempo y el futuro próximo del salir
de las hijas, la casa dará un efecto más frío del que ya tiene para cualquiera
que la visita: de hecho se siente la falta del calor de hogar.
También han sido víctimas del condicionamiento social,
como aquel que dice que mientras más grande es tu casa, tienes una vida más
feliz (lo que no te dicen es que te endeudarás y esclavizarás financieramente por los 20 o 30 años más
valiosos de tu vida)
Ella a sus 45 años es guapa aún, y no escapa a las
miradas de los hombres, lo cual hace que el esposo la cele aún más. Ella añora
la etapa de cortejo y el romance que se ha ido con el tiempo. Tal parece que la
casa es una especie de maldición para la familia, ya que él es el esclavo de la
casa y ella dependiente de él.
El matrimonio se encuentra ahora en fase
terminal. Lo peor es que ambos quieren vender la casa, pero no les pagan
lo que vale, ya que es poco comercial por lo elevado del precio en una
economía mexicana y mundial que no está en las mejores condiciones. Ambos
están atrapados sin salir de su jaula de oro, que les exige mes a mes un fuerte
tributo monetario.
No se han dado cuenta de un dicho judío que dice así: “No se ha visto que una casa dé
para poner negocios, pero sí negocios que dan para poner una casa”.
¿Cómo hubiera actuado una pareja judía? Ellos hubieran
rentado una casa o departamento cómodo pero modesto, y los ahorros de ambos
hubieran servido para poner negocios primero.
En el caso de esta pareja, podrían haber trabajado
juntos en crear su propia fuente de trabajo, pero no fue así. Estamos hablando
que en 18 años de matrimonio acumularon $350,000 dólares que les hubiera alcanzado para poner 35 negocios de
$10,000 cada uno, y de varios les hubieran funcionado.
Por supuesto que hay mucha gente que piensa que es
mejor sacar un préstamo para ir pagando la casa, que pagar una renta “y tirarla
a al caño” si somos los inquilinos. Todo está en el flujo de efectivo. Si la
renta es baja, más vale rentar y ahorrar para poner un negocio propio que nos
dé independencia económica. Hay que recordar que un buen negocio puede
proporcionar de $1, 2, 3, 4,000 dólares o más de flujo de efectivo al mes y con
eso podrían sobradamente pagar los pagos de una hipoteca para pagar una casa. Hay autores de libros financieros
que hablan mucho de que “tu casa es un pasivo”
y la gente no lo entiende, porque en el sistema educativo se
enseña que la casa es un activo. Como ellos lo definen, pasivos son egresos que
extraen dinero de tu bolsillo, por ejemplo la manutención de una casa, especialmente
si ésta es grande. Puede verse también como activo, si la casa generara dinero
que nos pudiéramos meter al bolsillo, por ejemplo, si rentáramos la casa a
inquilinos.
El sistema educativo tiene la enorme carencia de no
enseñar inversiones personales. La inmensa mayoría de profesores están sin idea
alguna, por lo que no pueden ser tomados como ejemplos vivos. Casi todas las
personas seguimos el caminito errado descrito arriba. Cuando el camino correcto
es: 1. Negocio, 2. Re-Inversiones, 3. Casa Propia, 4. Diversiones, viajes o
cualquier otro gusto.
Derechos Reservados 2016, Ing, Gerardo Herrero
Morales.
https://mx.linkedin.com/in/gerardoherrero
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