El subordinado llega
continuamente con un problema, que el mismo puede resolver, a la oficina de su
jefe. El jefe lo resuelve, invirtiendo parte de su tiempo propio y descuidando
las actividades de su puesto. El subordinado se acostumbra a que el jefe le
resuelva todo, hasta lo más mínimo. El subordinado se hace codependiente del
jefe. Ambos, el jefe y el subordinado se atoran en el trabajo.
Esto se puede solucionar si el jefe tiene la regla
de: “por cada problema trae 2 soluciones viables de mejora”.
Si el subordinado sólo trae problemas, el jefe lo
va a ver como “problemático”. Si el subordinado trae más soluciones, el jefe lo
va a ver como “propositivo”, soluciones que en caso de implementarse el
subordinado recibirá el 100% del crédito.
Imagina si tuviéramos una cultura de ser
propositivos. Si por ejemplo, en la Cámara de Diputados o en el Senado, un
partido político que se oponga a una iniciativa, tuviera que proponer al menos
un par de propuestas mejores a la situación actual. Oponerse sin proponer nada
a cambio sólo denota inmadurez.
De ser más propositivos depende nuestro crecimiento
como país.
Si permites que tu pareja, tus hijos, tus socios o
tu gente, te traigan nada más problemas, no sólo no los vas a hacer crecer y
desarrollarse, sino que al rato tendrás un exceso de trabajo imposible de
sacar. No te harías un bien a ti ni le haces un bien ellos.
Una cosa es dar una inducción a un puesto, otra
cosa es hacer codependientes a las personas. Necesitamos cada quien hacernos
cargo de nuestros propios problemas, para poder crecer en nuestros campos
profesionales y personales.
Derechos Reservados 2016, Ing. Gerardo Herrero
Morales.
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